La transición a la virtualidad ha sido uno de los grandes retos a los que se vienen enfrentando docentes y estudiantes de todas las universidades del país, las nuevas dinámicas educativas que incorporan los entornos virtuales de aprendizaje han obligado a las personas a adaptarse al cambio de una manera abrupta. Para nadie es un secreto que la internet y las nuevas tecnologías han reinventado la forma de ver, procesar y compartir la información. Sin embargo, el conocimiento no se puede categorizar de forma global y esto es precisamente lo que ha dejado al descubierto la “nueva normalidad”. Aunque hace varios años, se definió la modalidad virtual como una forma efectiva de aprender, para aquellos estudiantes que no contaban con el tiempo y los recursos para asistir de forma presencial a las aulas, el panorama actual está lejos de compararse con el del aprendizaje autónomo.

Los estudiantes han afrontado el proceso de adaptación y cambio con gran esperanza al ser esta una de las herramientas con las que más interactúan. En este contexto, muchos ven en la virtualidad una forma de prepararse para la era digital y en cierto modo en ser más competitivos en el campo laboral que evoluciona constantemente.  Si bien es cierto, ha sido un espacio de volver al ciclo inicial de todo (la familia), compartir, reflexionar y descansar. No todos los estudiantes cuentan con la posibilidad de formarse íntegramente desde sus hogares, la brecha social expuesta nos indica que un porcentaje de los mencionados no cuenta con un computador o conexión a la Internet que le permita aprovechar los espacios virtuales.

Por otro lado, tenemos a los docentes, que llevan años ejerciendo su labor y que con gran conocimiento aún desarrollan su pedagogía con el modelo educativo de hace 50 años atrás, y quienes con dificultad han recurrido a diferentes herramientas que desconocen para realizar sus clases de forma efectiva, además, buscando incentivar la participación constante de los estudiantes como normalmente pasaría al interior de los salones. También, es importante mencionar que los profesores han convertido los espacios personales de sus casas en aulas de clase amenas a la vista de los estudiantes. Muchos enfrentan diariamente el desasosiego de hablarle a una pantalla por 2 o 3 horas seguidas con la esperanza de suplir todas las necesidades de las nuevas metodologías de enseñanza y brindar el acompañamiento pertinente que se asemeje a la educación presencial.

El panorama no es el más alentador para las instituciones ya que han tenido que volcar todos los procesos a la virtualidad, capacitando a sus docentes para desenvolverse en este campo, manteniendo los procesos extracurriculares como lo son: el deporte y cultura, y sobre todo para cumplirle a los estudiantes con educación de calidad. Uno de los grandes problemas a los que se enfrenta es la creciente cifra de deserción, apostando para ello con descuentos en el valor de la matrícula y otorgando beneficios que les permitan a los estudiantes culminar sus carreras con éxito.

Sacar el máximo partido de esta crisis se ha vuelto el día a día de las personas. No obstante, el contacto físico nulo y la poca interacción con amigos y personas queridas es una realidad a la que es difícil de acostumbrarse. Con optimismo se vislumbra el día de volver a retomar la vida como la conocíamos, volver a los salones de clase, compartir en la cafetería y escuchar las anécdotas de compañeros durante estos meses. Claro está, sin dejar de lado las grandes lecciones que ha dejado la pandemia. En los aspectos positivos, se puede concluir que ha dejado un modelo flexible que se espera reforzar con el tiempo en todos los campos, ya con más conocimiento, pero sobre todo, lo más importantes que ha dejado éste proceso es aprender a valorar la esencia de la vida y la familia.

Por: Yamile Rueda
Directora del grupo representativo de danzas nacionales e internacionales.

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